Era domingo,
día de descanso. El reloj marcaba las 9:00AM y como habitualmente lo hacíamos,
nos dispusimos a salir a pasar tiempo agradable en familia, ¿el lugar? El
parque Simón Bolívar. Ya estaba todo listo, habíamos alistado la carpa, algo de
comida, un balón de futbol, un frisbee, y algunos juegos de mesa. Salimos de
nuestra casa y, como siempre, empezamos a caminar rumbo al parque. Ya estábamos
acostumbrados a irnos a pie hasta el Simón porque lo hacíamos desde hacía varios años y además
el parque nos quedaba muy cerca. Tomamos la avenida 68 con dirección al sur.
Mis padres, un poco más retrasados que yo y mi hermana, venían cogidos de la
mano. Nosotros, molestábamos jugando a las carreras o contándonos chistes.
Hacia
un día bastante hermoso, el sol brillaba y no había ni una sola nube negra. A
las 9:15 estábamos pasando por el Salitre Mágico. Como todos los domingos, el
parque estaba totalmente lleno y podíamos ver la cola de personas que querían disfrutar
la adrenalina de las atracciones. De la misma forma, al lado del Salitre Mágico,
también divisábamos las siluetas de las personas que se encontraban adentro del
parque acuático. Estaba haciendo tanto calor que hasta nos dieron ganas de
entrar a darnos un chapuzón, pero no llevábamos traje de baño. Continuamos
caminando despacio y a las 9:30 ya nos hallábamos frente al parque simón Bolívar.
Había muchísima gente a las afueras del parque, y los vendedores ambulantes
empezaban a armar sus negocios.
Entramos
al parque, que empezaba a llenarse de a poco. En él, se encontraban varios jóvenes
practicando futbol, corredores, ciclistas y familias divirtiéndose. Nos
dispusimos a buscar un lugar vacío, donde hubiera sombra pero también llegaran
los rayos del sol. Cuando lo encontramos, dejamos las maletas en el pasto y
empezamos a armar la carpa. Hecho el trabajo, tomamos el balón y nos echamos un
“picadito”, mi mamá y yo contra mi papá y mi hermana. Jugamos casi una hora y
al mirar el reloj ya eran casi las 11 de la mañana. Estábamos cansados, así que
decidimos sentarnos a tomar gaseosa. Mientras tanto, mi mama sacó un parqués y
comenzamos a jugar. Yo, como siempre, elegí las fichas verdes, mi hermana las
rojas, mi mama las amarillas y mi papa las azules. Nos demoramos bastante
tiempo jugando, y cuando, al fin ganó mi mamá, ya era tiempo de almorzar.
Entonces,
mis padres fueron a las afueras del parque a comprar una gallina, mientras que
mi hermana y yo nos quedamos esperándolos. El almuerzo llegó como caído del
cielo, estábamos hambrientos y de la gallina solo quedaron los huesos.
Reposamos varios minutos y luego jugamos frisbee, algo en lo que no éramos tan
buenos porque el frisbee volaba y volaba y casi siempre se iba en la dirección equivocada,
de todas formas nos divertimos. Cuando nos aburrimos ya eran las 3:30PM y
empezaba a hacer algo de frio. Desarmamos la carpa, recogimos nuestras cosas y
nos devolvimos a nuestra casa. Nos divertimos mucho, en serio, en ese momento
me alegro de que existan los parques, porque entonces… ¿dónde se divertiría la
familia?